julio 15

 «Indiana Jones» y la Reina de Saba

0  comments

Me equivoqué. 

Aún faltaba un día para la inauguración oficial de la exposición: “El país de la Reina de Saba. Tesoros del Antiguo Yemen"; pero a las puertas del Cuartel Conde Duque me di de bruces con la que resultó ser la hermana del paleontólogo Wendell Phillips (1922–1975); un estadounidense que en 1951 lideró una expedición a la antañona "Arabia Feliz" en busca de “combustibles fósiles”, y que como la pintaban calva… de paso, aprovechó la ocasión para realizar algunas excavaciones arqueológicas. 

Y pude entrar tras entablar un amistoso diálogo con ella.

Merilyn -que así se llamaba la septuagenaria missis, avanzó por la sala en semi penumbras, altanera; hasta pararse en seco frente a un busto femenino de desigual belleza. Esculpida en fino alabastro, ensoñadora, una mujer nos planteaba serias dudas acerca de su terrenalidad. ¿La  Reina de Saba?


Encarada al misterioso rostro, Merilyn sacó una fotografía sepia de su bolso de skay y, dando un hondo suspiro, me la mostró: ¡Su indómito brother, con veintinueve años…sombrero stetson, pañuelo al cuello, colt al cinto y botas vaqueras ¡Un auténtico “cowboy” apuntalado en un pilar monolítico despejado de arena!

-¡Las ruinas preislámicas del templo de la Luna! –exclamó emocionada

y de seguido, al mejor estilo americano, inició/comenzó a relatar una atropellada relación de aventuras.

En el preciso instante en el que se deleitaba contando el afloramiento de las deificadas piedras de Ma'rib… advertí la presencia sigilosa de unas dishdashas al vuelo. La californiana también las vio; y con ánimo beligerante, profirió: 

-Esos que murmuran a nuestras espaldas son los funcionarios gubernamentales de la República del Yemen. ¡Reclaman los bienes arqueológicos de la "American Foundation for the Studie of Man"... que yo dirijo; los muy ladinos se atreven a insinuar que mi querido deudo/hermano fue un burdo saqueador de tumbas. 

Seguro que Merilyn Phillips Hodgson tendría sus buenos motivos para recelar de esos fantasmagóricos sub-arábigos empeñados en desacreditar la encomiable labor realizada -desde 1949-, por la mentada AFSM.

-¡No pueden acusarme de apropiación indebida! ¡Van listos si creen que con sus fábulas orientales me van a arrebatar "mi tesoro"!. Exclamó fúrica.

¡Cualquiera ponía en tela de juicio su “altruista” dedicación a la preservación, estudio y difusión de la cultura sabea! 

Aunque a decir verdad, por muy contundentes que pudieran ser sus argumentos en defensa propia…, me pareció muy atrevido el afirmar que los razonamientos y aspiraciones de sus acérrimos enemigos eran simples “fantasías”. Seguro que esos semitas cetrinos, de narices ganchudas y miradas torvas, distinguían lo que era un espejismo en el desierto…, de lejos.

A saber -reflexione algo acobardado- en qué condiciones se habría firmado el acuerdo entre las dos colecciones, la “suya” y la procedente del Museo Nacional de Sana'a, reunidas en la presente, excelsa, exposición de arte. Porque estaba claro que por ahí la palabra “empatía” brillaba por su ausencia. 

Con discreción, observé a la dama en cuestión. Luego, deslice la vista hasta la hipotética efigie del “Icono de los perfumes”; el  incienso, la mirra, el cinamomo, el aloe, el ámbar gris, etc. Y entonces sospeché que la “gringa" también debía creerse "una de esas” que actúan como si fuesen la vigésimoquinta reencarnación de la mirífica "Reina del Alba y de la Oscuridad" 

Reinas del desierto habían habido un puñado a lo largo de la Historia: Zabibi, Samsi, Zenobia de Palmira…, Lady Esther Stanhope. Todas, sin excepción, fueron inspiradas por la subyugante hembra que le sorbió los sesos a Salomón…; la protagonista del Cantar de los Cantares.


Sí, sí que hubo unas cuantas diosas y/o mundanas. ¿Una conflación/mezcla de ambas?, que se pusieron fuera del alcance del "inconsecuente gusto y censura de los hombres". 

A la sazón, recordé una octava de Sor Juana Inés de la Cruz:

   "Con el favor y el desdén

   tenéis condición igual,

   quejándoos, si os tratan mal,

   burlándoos, si os quieren bien."

Mi extravagante cicerone -¡calzaba deportivas e iba embutida en un abrigo impermeable rojo francamente chillón!, pasó de largo ante unas inscripciones epigráficas en guezz, del siglo X a. C.

Desde luego -pensé sin dejar de mirar hacia atrás-, la singular “soberana" que me había caído en suerte esa mañana no tenía nada en común con la raza inferior y primitiva "de las mujeres del montón".

A todo esto…, la insidiosa “confederación tribeña" estrechó el cerco. 

¡Esos beduinos no tenían la intención de invitarnos a un té con cardamomo y canela!

La señora Hodgson (¡como no!) soltó otra de sus sutilezas diplomáticas:

-¡Arqueología de salvamento es lo que yo hago, dado que las autoridades locales no cuidan el patrimonio       histórico de su país! ¡Para que hagan lo que con los budas de Bamiyan! 

¡¡La leche!!

Con la “mise en scéne” oficiada por la papisa que tenía al lado, y habida cuenta de la oscura trama de intereses que estaban en juego (“haute politique" en la que no tenía ninguna intención de verme implicado), no pude por menos de preguntarme si corríamos algún peligro… Cualquiera diría que los resentidos descendientes de los comerciantes caravaneros de la "Ruta del Incienso" estaban a punto de desenfundar sus yambíyas.

Aquella situación no tenía desperdicio para un guion de thriller noir y, en fin finalmente, a pesar de que debía llevar una eternidad sin incitar a nadie a seguir el camino del pecado, me consolé imaginando a “la Merylin” en sus buenos tiempos…, tal que lánguida y lúbrica femme fatale. 

Días después, husmeando en la hemeroteca, averigüé que la famosa fotografía de Wendell Phillips a las puertas del santuario de Mahram Bilqis fue disparada justo antes de que los lugareños le acusaran de expoliar y traficar con las antigüedades de los territorios de Saba', Ma'in, Qatabán y el Hadramawt.

El legendario “Indy” puso pies en polvorosa; mas no sin antes haber levantado la liebre... 


E ineluctablemente, ya con los norteamericanos interesados en el resbaloso petróleo -lo narra James C. Simons en Peregrinos apasionados-, los denominados "parásitos de los camellos" no tardaron mucho en cambiar sus laúdes y su poesía por radios; y a sus meharis por camiones (al día de hoy por Toyotas Land Cruiser). 

Los árabes "lawrencianos", ablandados como títeres de cera al sol por la riqueza del "oro negro", relegaron su vínculo ritual con la naturaleza al olvido, y se entregaron al culto pagano del consumismo. 

 Mi best salam.

Autor: Julio Lencero Bodas


Relacionado

{"email":"Email address invalid","url":"Website address invalid","required":"Required field missing"}
>