enero 19

DE LA MILITANCIA AL ACTIVISMO Y DE VUELTA A LA MILITANCIA

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Hace 30 años que cayó el Telón de acero que dividía al mundo en dos concepciones políticas irreconciliables: el capitalismo de occidente y el comunismo oriental. La concepción socialista de la persona sufrió un duro golpe. La imagen del obrero protegido por el estado que a su vez era capaz de desarrollarse de una manera altruista mientras ofrecía su esfuerzo a la colectividad desapareció de la mitología contemporánea. De hecho, la propia imagen del obrero como motor del cambio social se vino abajo.


Sin embargo, los marxistas del Occidente triunfador encontraron, a su pesar, un recambio inesperado para el obrero. En sus países democráticos y capitalistas ellos mismos habían creado unas redes de activismo militante de izquierdas que, por supuesto, no existían al otro lado del muro. Estas daban soluciones fáciles y parciales a todos los fracasados, perdidos y decepcionados de la sociedad con la idea de conducirlos a la militancia política, o al menos desmoralizar a la sociedad para que aceptara el marxismo como un mal menor. Aquí entraban, el feminismo, el ecologismo, el indigenismo, los colectivos de enfermos de SIDA; que más tarde se convertirían en los colectivos LGTB; el antinuclear, la lucha por los "derechos sociales", las asociaciones de acogida de inmigrantes, etc.. El objetivo de todos estos colectivos se centró en ensalzar a un espécimen humano, concreto, que había sido creado por la filosofía, el estilo de vida, la moralidad y el modelo económico de Occidente; ese ser humano era la víctima. Al obrero marxista como motor del cambio social le sustituyó la víctima del sistema.


Mientras los marxistas languidecían en Europa durante los años 90 y los primeros 10 años del siglo XXI, aferrados a su tótem salido de la explotación de las fábricas del XIX, los activistas sociales exponían a la víctima, con un éxito arrollador, tan grande, que les permitía estar presentes en las radios y las televisiones a todas horas. No solo eso; también publicaban su propaganda como si fueran noticias cambiando la mentalidad de las sociedades y convirtiéndose en una especie de sacerdotes laicos que desde un plano de superioridad moral podían sermonear sin ser criticados sobre lo que es o no es aceptable, siempre escondidos detrás de su tótem. Además se hicieron fuertes en el mundo de la cultura y del cine consiguiendo una aureola de modernidad y glamour que nunca hubieran soñado.


Los apparatchik de los partidos políticos tradicionales se dieron cuenta de que necesitaban a los activistas más que ellos a los políticos, excepto por una cosa: el dinero; y es que sus seres totémicos, las víctimas, o directamente no tienen dinero, o no hay forma de sindicarlos para que se ayuden económicamente entre sí como hacían los orgullosos obreros del pasado; mientras que para los políticos el dinero es su castigo. Así que llegaron a un acuerdo tácito impuesto por las circunstancias; los activistas impulsaban las carreras de los políticos de izquierdas; o ellos mismos se hacían políticos, mientras que a cambio recibían enormes cantidades de subvenciones, subsidios, premios, ayudas, indemnizaciones y en general cualquier forma de intercambio monetario que no sea un salario por un trabajo realizado… algo demasiado capitalista.


En este momento, a principios de la nueva década, los activistas de ayer son los militantes políticos de hoy. El problema es que no hay coherencia, ni principio rector en los distintos colectivos sociales que han prosperado a la sombra del desacreditado marxismo tradicional. En ellos solo hay agresividad, ansia de dinero y despotismo. En este escenario se dan dos corrientes en la izquierda: la de los partidos que quieren seguir aprovechándose mientras la vaca de leche; aún a sabiendas de que la vaca va a morir pronto e irremediablemente por sus propias contradicciones; y otros que pretenden usarlos para llegar al poder absoluto y volver a intentar implantar la doctrina marxista, lo que a todos los efectos significa matar la vaca a patadas.


La paradoja es que la crítica a la libertad individual, que les ampara, que les cubre de prebendas y que les consiente; solo se da en esa misma libertad que tanto critican, porque aunque íntimamente lo nieguen, los colectivos los forman los individuos.

Osama Von Diesel

 Osama Von Diesel es un joven emprendedor de familia aristocrática judía de origen suizo, que después de realizar sus servicio militar de 3 años en las IDF de Israel, montó su propia empresa dedicada a la extracción de hidrocarburos. Después de una exitosa carrera se ha retirado con 40 años, tal como se había propuesto de niño, y ahora se dedica al mecenazgo. 

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Escríbeme a nido@elnidocaotico.com. Pon en el asunto: Para Osama

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