abril 15

La otra cara de la pasión

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El siguiente escrito surge  a raíz de la lectura del artículo "De Bach y la pasión, sea esta divina o no"

Una obra única, insigne, categórica y eterna, como es la obra de J. S. Bach. 

Y todo adquiere mayor sentido si esa obra es La Pasión según San Mateo.

Nicolas Eymerich (Inquisidor Mayor de Aragón)

Yo creo que proponernos ahora  escuchar la Pasión según San Mateo de Bach por muy Semana Santa que sea es caer en el lugar común.

Se dice que es una "obra única, insigne, categórica y eterna". Con ello se reafirma el mito del arte como acumulación heterogénea y continua sucesión de obras, desde las pinturas en cavernas del Paleolítico hasta las más recientes creaciones, calificadas todas ellas como "Arte", dentro de un proceso acumulativo de "Cultura", como la forma de expresión más elevada y sublimada del espíritu occidental. Se obvia con ello el proceso de fosilización consciente llevado a cabo por la industria de la cultura, la creación de commodities o productos empaquetados para ser distribuidas en el mercado cultural internacional, de fácil venta ante un público creyente y convencido de antemano. La cultura como objeto de consumo, la cultura como actividad lucrativa.

Actualmente, la Pasión según San Mateo, al igual que la mayoría deel resto de las obras de Bach y de las clasificadas hasta el día de hoy dentro de la llamada "música clásica" no es más que un objeto de consumo para los que todavía cultivan formas artísticas petrificadas y una mercancía para casas editoriales, auditorios, divos del arte musical, directores de orquesta, organizadores de festivales y toda la caterva de especuladores que sacan partido de la cosa artística convencional.

Bach forma parte de aquellos que pusieron su arte al servicio de una forma de alienación tan conocida y actualmente decadente como es la religión. Es más, al servicio de una nueva forma de alienación religiosa como es la protestante surgida ante el fracaso de la forma católica. El caso es que lo religioso perdure eternamente en la conciencia de los hombres y si para ello hay que componer obras de arte "eternas", se componen. Aunque sea con un argumento tan disparatado como el de la pasión de Cristo y la idea de la Humanidad como culpable ante Dios.

Constatamos que el arte occidental siempre ha estado al servicio de los poderosos en su intento de demostrar públicamente su poder y mantenerlo y el arte de Bach no es una excepción. Música, pintura, escultura y arquitectura para los aristócratas, reyes y grandes personajes. Esculturas y cuadros de militares y reyes armados para adorno de palacios y castillos señoriales en los que se celebraban fiestas amenizadas con esas piezas musicales que hoy escuchamos seria y devotamente en las salas de conciertos, como si la quintaesencia de la cultura y del buen gusto se tratara.

El arte occidental ha sido y es, en general, un eminente artificio de manipulación de masas al servicio del poder político, religioso o económico-financiero. En el arte antiguo y clásico se ha querido mostrar a la gente sencilla la inmensidad del poder de los grandes, ante el que no convenía levantarse. Inmensas catedrales, magnos retratos de gente importante, reyes y nobles hombres armados, protagonistas de grandes gestas militares. A partir del Romanticismo la manipulación se ha hecho más sutil, menos artificiosa, pero igualmente perniciosa. Ya no se trata de intimidar, amedrentar con la demostración física del poder, sino de penetrar en las mentes, hacer de la aceptación del poder y su ideología parte del subconsciente humano. Hoy, las artes audiovisuales, musicales, escénicas…  penetran en la mente de la gente sin que se tenga que mover de casa, difundiendo una imagen estúpida e idealizada del amor, banalizando la guerra y la violencia, utilizando el asesinato y la delincuencia, el enfrentamiento entre policías y delincuentes como formas de inocente  entretenimiento familiar.

En la invitación a escuchar la Pasión según san Mateo (que dura casi tres horas) habría que avisar de que corresponde a una forma artística de siglos pasados, con unas convenciones y recursos estilísticos que ya no se llevan y apenas se entienden por la gente no dedicada a su cultivo. Se siguen proponiendo fórmulas gastadas, músicas de tiempos pasados basadas en criterios estéticos que ya no son los actuales. Nada tiene de particular que, por ejemplo, esta Pasión según san Mateo sea un peñazo monumental, con fórmulas de interpretación vocal propias del manierismo barroco y el divismo preciosista más absoluto, aunque eso sí, al igual que otras obras de Bach, tiene pasajes que no están mal.

La música y la pintura han sido dos de las formas artísticas que en los tiempos actuales han encontrado nuevos modos de expresión. Para su apreciación se exige, no una contemplación asertiva, pasiva y sumisa, como la que se requiere para el arte clásico, sino una actitud crítica, de valoración personal independiente y de investigación y búsqueda activa. En todo caso, el arte contemporáneo, en concreto la pintura, la música y la escultura, ya no engaña al personal, no pretende exaltar a ningún personaje ni excitar morbosamente los sentimientos y la emotividad de la gente, salvo las naturales excepciones. Simplemente presentar el color, la línea y el volumen de forma atractiva, sugerente, dejando el campo libre a la interpretación subjetiva de cada uno. La manipulación de la expresión artística actual se refugia, ya digo, en el medio audiovisual (y en la arquitectura) y en general, en el arte pop.

En el caso de la música contemporánea se observa la animosidad del gran y multiforme trust de la llamada "música clásica" y su feroz oposición a que estas nuevas formas se conozcan y se cultiven. Esto no es una descalificación total del arte occidental, sino una constatación que en su universo oficialmente aceptado no son todos los que están, ni están todos los que son, cuestión en la que no entramos en este momento.

Finalmente, deseo mostrar mi extrañeza por el uso que se hace del seudónimo en un entorno amigable como es el presente. Aún más extrañeza causa el que se elige: Nicolás Aymerich, un reconocido y feroz inquisidor aragonés del siglo XIV. Eymeric, perseguidor del gran Ramon Lull, fue el autor del nefasto Manual de Inquisidores. Interesados como estamos por la cultura clásica, citemos una parte de este manual traducido del latín en 1821 por el insigne abate Marchena:

"Hombres pusilanimes hay que al primer dolor confiesan hasta delitos que no han cometido; otros valientes y robustos que aguantan los mas crueles tormentos. Los que ya han sido otra vez puestos en el potro le sufren con mas animo, porque se prestan con facilidad sus miembros, y resisten con esfuerzo [...] Cuando se hubiere dado sentencia de tormento, mientras se prepara el verdugo á ejecutarla, el inquisidor, y los sugetos graves que le asistieren harán nuevas tentativas para persuadir al reo á que confiese la verdad. Desnudaránle los verdugos y sayones afectando desasosiego, priesa y tristeza, procurando meterle miedo, y cuando ya esté desnudo le llevarán los inquisidores aparte, exortandole á que confiese, y prometiendole la vida con la condicion de hacerlo asi, á menos que sea relapso, que en tal caso no se le puede prometer esta. Cuando todo esto sea inutil se le pondrá á qüestion de tormento, y en ella se procederá al interrogatorio, empezando por los puntos menos graves de que está sindicado, porque antes confesará las culpas leves que las graves. Si porfía en negar se le mostrarán los instrumentos de otros suplicios, diciendole que todos los sufrirá, si no confiesa la verdad. Por fin si no confesare todavía…". (Manual de Inquisidores, Ed. Fontanara, 1982, p. 53).

Autor: Paco Serrano

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  • Casi incontestable, Paco.
    Seguro que da para una buena conversación, aunque sea con zoom, porque no creo ser la única que todavía disfruta con la contemplación de pintura y escultura que ya no esté «de moda», aunque sea inútil o gratis, o simplemente me lo guarde para mí, es decir, intentando escapar de las garras del mercantilismo.

    • Sí, claro; en una página y media no se puede dar una respuesta completa y equilibrada a dos mil años de arte, pero en fin, se trataba de mostrar que siempre hay otra forma de ver las cosas.

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